SCIOLI NO GOBIERNA Y NOS
ENGAÑA CON SU PUBLICIDAD:
EN VERDAD HAY MAS POBREZA!!!
ESE ES “EL COMBATE IGNORADO”

1º de Junio de 2009

Ese ente llamado "la droga" y la impericia ante la inseguridad

El spot publicitario de TV dura pocos segundos y lo firma "Buenos Aires, la Provincia". Y es toda una declaración de principios sobre cómo se combate la inseguridad allí. 

Con fuertes imágenes que ilustran el discurso, una voz en off declama: "La droga es la raíz del delito. En Buenos Aires, la Provincia, ya incautamos 2 toneladas y media de cocaína. Miles de dosis que no están más en la esquina de tu casa, en la entrada de los boliches, en la puerta de los colegios, en la cabeza de tu hijo".

Sin duda el mensaje impresiona. Sólo que no es cierto. Más allá de las metáforas botánicas, las causas más profundas y más generalizadas que inducen a las prácticas delictivas son la pobreza, la marginación, la feroz desigualdad social y la desesperación que estos males, tan extendidos en la Argentina de estos años, suelen provocar. 

Aldo Usuani, sociólogo del Conicet, lo analizaba hace poco en una columna en Clarín. "Las situaciones de privación de algunos consumos básicos, frutos de una exclusión extendida, junto con flagrantes desigualdades generadoras de resentimientos, pueden conducir a que ciertos individuos decidan arrebatar propiedad de otros con o son violencia". Lo cual nada tiene que ver con la droga. Porque, además, no hay tal cosa llamada droga.  

Quien escribe estas líneas toma cotidiana y puntualmente una serie de drogas que quizá lo hayan salvado de morir de un derrame cerebral o de un ataque cardíaco. Sólo que son legales. De esas legales, algunas de las que ingiero, como el Clonazepan, son de uso común entre quienes quieren provocarse un estado especial de excitación o sopor cuando las mezclan con alcohol u otros químicos. Algunos la consumen para darse valor y salir "de caño". 

Y entre las declaradas ilegales, no todas producen los mismos efectos ni son especialmente útiles para ejercer la violencia o para adquirir una sensación de temeridad o de anestesia para vulnerar los límites sociales.

Creer que la heroína produce efectos similares a la marihuana o a la cocaína, o que el síndrome de abstinencia que ocasionan es semejante en todas supone una peligrosa dosis de ignorancia. 

El spot sigue: "Detuvimos a más de 10 mil revendedores de droga. Envenenar a nuestros chicos se tiene que pagar."  

Los revendedores, lo sabemos, son los "perejiles" de la cadena de comercialización de sustancias ilegales. Son los "dealers" -especialmente los que no gozan de la protección que suelen tener los que abastecen a los consumidores de clase media o alta- , que también transitan los paisajes tan tristes de la pobreza.  

Como detener "mulas" -los que las transportan-, no resulta sustancial para quebrar un circuito de circulación cada vez más dilatado. Que "paguen" los pichis también es una excusa estadística para que no "cobren" los grandes. 

"Atrás de la droga -continúa la publicidad oficial- hay gente poderosa. Pero una provincia unida puede mucho más que 2,3, mil narcos juntos". Claro que hay gente poderosa. Muy. Pero que goza de la más perfecta serenidad -la tranquilidad que provee sentirse impune-, ya que las condenas por tráfico en el país por año se pueden contar con los dedos de una sola mano. 

A esa gente poderosa no la alcanza ni la Policía ni la Justicia, sospechados ciertos de sus miembros, además, de estar involucrados con ella. 

Sabemos de esa gente poderosa sólo cuando ejecuta un ajuste de cuentas entre ella, como fue el caso de Sebastián Sforza, que destapó el negocio de la efedrina en el país. A la otra gente poderosa, el corto brazo de la ley jamás la roza. 

El spot termina con una reiteración: "La droga es la raíz del delito. Seguí denunciando al 911. Falta mucho para ganarles. Sigamos luchando contra la droga". Y es cierto: con un diagnóstico como el delineado faltará muchísimo para al menos paliar el feroz fenómeno de la inseguridad. Las drogas, finalmente, son sólo un aditamento de ese fenómeno. 

Porque no son las drogas sino la pobreza y la indigencia las que están matando a mansalva a miles de argentinos. A los que son víctimas directas de ellas o a las indirectas, víctimas de lo que ellas producen. 

Y encima, la ironía: después de 22 años de gobiernos justicialistas en la provincia de Buenos Aires, el "seguí denunciando al 911" del aviso de la gestión Scioli suena, casi, como un "seguí participando". Columna de Marcelo A. Moreno, diario Clarín.